Archivo 81: obra maestra del terror y del sonido chungo
James Wan, maestro del terror moderno, es el nombre más reconocible de los títulos de crédito de Archivo 81. El creador de las sagas Saw, Insidious o Expediente Warren acoge bajo su paraguas como productor ejecutivo esta serie de Netflix. Su autora es Rebecca Sonnenshine, a la que a partir de ahora le daremos un título equivalente: maestra del terror. Porque con su serie ha conseguido algo que Wan tiene muy claro con sus películas: que el género de terror está para muchas cosas, pero la principal es dar miedo. Archivo 81 da mucho miedo.
Es cierto que no soy yo la persona más adecuada para juzgar esto. A mí me da miedo hasta el Bigfoot de los Henderson. Todavía tengo pesadillas con el supuestamente entrañable extraterrestre de Mi amigo Mac y cada vez que en Cuarto Milenio Iker Jiménez se inventa otro lugar embrujado yo veo cómo el cerco se cierra sobre los que yo frecuento. Si me ofreciesen vivir gratis en el edificio en el que se desarrolla Archivo 81 diría que no. En ninguno de los dos edificios. Ni en el de apartamentos que arde en un misterioso incendio en 1994 ni en la mansión aislada en la que un restaurador de cintas de vídeo se enfrenta a unas inquietantes grabaciones hechas justo antes del siniestro. De hecho me planteo muy seriamente no ir jamás a Pittsburgh, ciudad en la que está filmada la serie de Rebecca Sonnenshine. Si me regalasen un piso en el edificio Dakota de Nueva York, me pensaría muy mucho si vivir en un lugar tan perfecto... que sale en La semilla del diablo.
Al contrario que la película de Roman Polanski, que todo lo fía a lo psicológico, Archivo 81 conoce a la perfección el lenguaje de su género y sabe que agredir a los sentidos es la mejor manera de producir inquietud y desazón en el espectador. Su tratamiento del sonido es muy consciente de que muchos de sus espectadores la verán solos y con auriculares. En un tren lleno de gente y a plena luz del día, la serie me ha puesto los pelos de punta sólo con su sonido. Culpo de eso (es decir: aplaudo) a su equipo de diseño sonoro. Lo puedo asociar también al hecho de que Archivo 81 está libremente inspirada en un podcast.
Pero una historia de miedo no sólo tiene que asustar. Si no asusta, mal vamos, desde luego, pero cumplido ese propósito al género de terror podemos pedirle más. Archivo 81 lo da. Con alguna que otra inconsistencia de guion, la serie de Netflix se independiza pronto de sus referentes más claros y adquiere su propia personalidad. Por otro lado, la ausencia de grandes estrellas en su reparto genera automáticamente un plus de credibilidad y verosimilitud, pues cuando el infierno lo viven Gal Gadot o Matt Damon, uno casi puede garantizar que ambos llegarán al final de la historia, si no sanos y salvos, sí vivos. Con los personajes que en en Archivo 81 interpretan Mamoudou Athie (Dan) y Dina Shihabi (Melody) no tenemos esa certeza. Sin embargo eso no quiere decir que no nos importen, pues conectamos tanto con la curiosidad de él como con la inocencia de ella. Al tiempo, sabemos que ambos son temerarios porque hemos visto muchas películas y series de miedo antes. Por eso mismo tenemos claro desde el principio de Archivo 81 que lo que le proponen a Dan en algún momento será una trampa. El género de terror está hecho de certezas reconfortantes y sorpresas que te hacen pegar un bote en el asiento del AVE. De cómo combinar esos dos ingredientes sabe mucho Rebecca Sonnenshine. Y de aprovechar las prestaciones de unos buenos auriculares con función de cancelación de sonido externo.
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